Los falsos techos se han ido imponiendo como solución óptima para todo tipo de instalaciones: centros comerciales, instalaciones sanitarias, almacenes, oficinas… y la razón de ello es su versatilidad, su carácter económico y sus ventajas estéticas.
Esta estructura consiste en instalar techos secundarios a partir de placas desmontables colocadas sobre una estructura metálica, bajo el techo original, que son útiles para alojar cables e instalación eléctrica. De este modo vemos a simple vista que se trata de una edificación limpia, ordenada y muy estética.
Qué ventajas conlleva el uso de falsos techos
Más allá de la versatilidad y su aspecto económico, los falsos techos absorben impactos acústicos y mejoran la sensación de confort térmico en la estancia, son fonoabsorbentes y protegen frente al fuego.
Su instalación es bastante sencilla, muy rápida y no requiere un gran trabajo de obra. Esto aplica también al momento de desinstalarlos en caso de que sea necesaria una mejora de las instalaciones.
Además, son elementos de carácter sostenible, pues están fabricados en muchos casos a partir de materiales ecológicos y reciclables, lo que reduce su impacto ambiental.
¿Qué tipo de falsos techos se pueden instalar?
Las funcionalidades de los falsos techos son muy numerosas, pues son sistemas que combinan la funcionalidad con el carácter estético. Dependiendo de su uso podemos hablar de techos registrables y continuos o fijos.
Los registrables son los más comunes hoy día. Consisten en palcas desmontables cuyo material de elaboración es muy variado: metales, madera, minerales, aluminio… Son fáciles de instalar y su mantenimiento es prácticamente nulo.
La otra opción son los techos continuos o fijos, que se construyen a partir de escayola o yeso laminado. Se instalan utilizando como base una estructura de acero galvanizado en las que se atornillan estas placas. No se pueden desmontar para colocarlos de nuevo y su mantenimiento sí precisa de alguna intervención.